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Foto del escritorJavier Ortega Allué

MOSAICO, editorial 65


De Zaragoza hemos regresado a nuestros habituales lugares de trabajo y residencia alanceados por la alegría y la nostalgia que dejan en poso los encuentros con amigos y colegas, y con las certidumbres que ponen de manifiesto que, un año más, la Federación y las asociaciones prosiguen en primera línea de batalla para conseguir que nuestra profesión tenga el eco social y público que el trabajo que realizamos merece.

Nunca son fáciles los cambios, aunque año tras año asistimos a una lenta pero inexorable apertura y resonancia de nuestra labor en numerosos ámbitos sociales y clínicos; también políticos. Somos ya muchos, pero en términos globales, aún somos pocos. Y somos pocos los que hemos hecho mucho. Hace cuarenta años no existía más que la necesidad, entre algunos profesionales especialmente sensibles a ello, de enfocar los problemas de otra manera, teniendo en cuenta las determinaciones de los contextos más amplios donde el individuo vive y se relaciona. Esta necesidad, lentamente organizada, hizo presente a la terapia sistémica o relacional en el horizonte de la salud mental en España, ampliándose luego con notorio éxito a otros ámbitos de intervención. De esta necesidad nació, por voluntad férrea e ilusión de unos cuantos, la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar, que, desde aquellas fechas, vela por el prestigio de los profesionales y escuelas que ella, a través de las distintas asociaciones, acredita. No es trabajo baladí, éste; ni digo estas palabras a humo de pajas.

Cada vez más se hace necesaria esta unión de sinergias en beneficio de nuestra profesión. No se trata de velar por los intereses de individualidades aisladas, sino por los de un colectivo que tiene encomendada una importante labor social. No puede ser que las autoridades nos reclamen el cumplimiento de esta tarea a la vez que nos privan aún del reconocimiento legal que la profesión se ha ganado a lo largo de todos estos años con empeño, ahínco y sin desfallecimientos. Pero los cambios son difíciles.

El Registro Nacional de Psicoterapeutas (www.registronacionaldepsicoterapeutas.es) es buena prueba de la necesidad de aunar fuerzas y tener presencia social. Numerosas administraciones ya reclaman que sus profesionales sean acreditados por las asociaciones que componen el mosaico de FEATF. Es una excelente noticia, una prometedora señal, aunque aún insuficiente.

En esta misma línea, no nos conviene en absoluto abrir debates inútiles sobre quién posee la titulación idónea para ejercer como terapeuta. Hay unos requisitos que cumplen los criterios europeos de rigor y calidad, y convendría no olvidar que es hacia esa dirección hacia la que llevamos años tendiendo y hacia la que, desde siempre, hemos estado apuntando. En este sentido, encerrarnos en pequeñas capillitas para proteger intangibles derechos adquiridos o sospechosos territorios de intervención es algo que obra en nuestra propia contra, y divide y debilita.

Hay sobre estos asuntos un debate abierto entre otras organizaciones profesionales de terapeutas, que nosotros tenemos claro y defendemos con argumentos suficientemente contrastados. De estas labores que se realizan entre bambalinas también FEATF se ocupa, en muchas ocasiones de forma discreta pero continuada. Hasta ahora, además, de forma exitosa, pero al parecer no se puede bajar la guardia. Algunos pretenden preservar sus territorios de caza, cerrar vías y accesos, encastillarse en suma. Pero enclaustrarse no es el camino. Hay que seguir trabajando para que nuestra profesión se regule por la vía legislativa y, mientras tanto, asegurarse de que los profesionales cumplen con los criterios de calidad y rigor que los acrediten como idóneos para el ejercicio competente de nuestra profesión.

Javier Ortega

Director de Mosaico


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